martes, 2 de mayo de 2017

Un estilo de vida más saludable

Pensé mucho antes de empezar a escribir este texto. Sabía que quería escribir sobre el tema de bienestar, salud, ejercicio, dieta. Pero a la vez pensaba "¿Y quién soy yo para hablar del tema?" Un pensamiento que me ha impedido escribir sobre otras cosas y que me ha impedido hacer muchas otras. Estoy segura que hay muchas personas con mucho más conocimiento y con mucha más experiencia para hablar del asunto. Después de todo, heme aquí a mis casi 35 años y todavía sigo luchando con las libritas de más que me persiguen desde que tengo memoria. Luego, pensé, "Bueno, empezaré por ahí."  Así que esto no es más que una pequeña reflexión de cómo empecé con este proceso. Sé que no soy la única persona que ha tenido este problemita, así que si de algo les sirve mi experiencia, me doy por servida. 

Como les digo, he estado en esta constante lucha conmigo misma desde siempre. No pretendo venir a decirles qué hacer o darles la "fórmula mágica" que me ayudó a perder 50 lbs y alcanzar mi peso ideal. Me gustaría, pero no estoy en mi peso ideal. Más bien, temo que les tengo malas noticias: no existe una fórmula mágica para este asunto. 

El día que decidí que era suficiente fue un día que me levanté de goma, sientiéndome la peor persona del mundo por haber bebido y comido en exceso la noche anterior, me subí a la balanza de mi baño y "ups!" apareció un número ahí que nunca había visto antes. Nunca había pesado eso. En mi vida. Luego de tener una mini crisis nerviosa-depresiva, logré controlarme lo suficiente como para llegar a una simple conclusión "Bueno, puedes seguir ignorando este tema o puedes hacer algo al respecto"

Realmente sólo había dos opciones: seguir igual o cambiar algo. Así que decidí que era mejor hacer algo hoy, que dentro de un año, cuando pesara 5, 10 o quién sabe cuántas libras más. Pensé cómo me quiero ver en diez años. Y no me refiero sólo al aspecto físico, sino a como me quiero ver a mí misma. ¿Me quiero ver feliz? ¿Sana? ¿Activa y fuerte?  Sí, quiero ser capaz de viajar y caminar grandes distancias conociendo cosas nuevas sin que eso signifique que al siguiente día no me puedo mover. Quiero poder tomar una bicicleta y conocer una ciudad sin morir en el intento. Quiero poder nadar en el lago. Quiero poder hacer todo lo que quiera hacer. 

Dicen que lo más difícil es empezar, y lo creo. Primero, debes aceptar que estas haciendo algo mal, cosa que nunca nos gusta. Aceptar que comes mal, que eres una haragana y que la verdad ya no te ves tan bien como crees. Aceptar que te cansas cuando se arruina el elevador de tu edificio y tienes que subir las gradas hasta tu casa. (Mas bien, que llegabas con la lengua de fuera). Aceptar que quizás sí tomas mucho más vino del que deberías. Aceptar que estas jodida y que no sabes por dónde empezar.

Lo segundo es idear un plan. En mi caso, no había dejado de hacer ejercicio "oficialmente". Estaba yendo al gimnasio con unos amigos, pero por el horario me agarraba el tráfico y no me daban ganas de ir. Luego intenté ir en la mañana, antes del trabajo, pero soy dormilona y nunca me levantaba a tiempo. Cuando me dí cuenta, había pasado más de un año y yo no había hecho ejercicio regularmente. Además, había descuidado mi dieta considerablemente y la balanza lo reflejaba. Decidí que era tiempo de dejar de engañarme a mí misma diciendo "mañana sí me levanto temprano al gimnasio". Mentira, no iba a suceder.  Mejor, busqué un gimnasio que tuviera clases por la tarde, cuando el horario me es más cómodo. Eso es clave. Para que el ejercicio se vuelva parte de tu rutina tiene que resultarte conveniente. No sirve de nada que te fascine el tennis, si las canchas más cercanas te quedan a una hora o más de camino. O que te encante nadar, pero nunca vas porque te da demasiada pereza andar con las cosas mojadas todo el día dentro de la mochila.  Tienes que buscar qué opción se adapta mejor a tu estilo de vida y tus horarios. Si no es el gimnasio ideal, el ejercicio ideal, el deporte de tus sueños, pero te queda cerca, te gusta lo suficiente y te funciona, es un buen inicio. 

Luego de conseguir el gimnasio, tenía que empezar la dieta. Esto de la dieta siempre trae una connotación negativa, pero no debería ser así. La dieta es simplemente aprender a comer mejor.  No es morirse de hambre, no es dejar de comer lo que te guste para siempre, simplemente, es comer de manera más consiente. Muchos gimnasios y nutricionistas te dan una dieta super estricta para que veas resultados rápidos. Genial, pero una dieta muy prohibitiva no es sostenible a largo plazo. Lo mejor es que aprendas a identificar qué comer, en qué cantidades, con qué frecuencia, y empieces a jugar con eso. 

¿Les digo un secreto? La dieta es la parte más importante y la más difícil de llevar  una vida saludable. Si haces ejercicio, pero no haces dieta, no llegas a ningún lado. Y el trabajo que implica tener que planificar tus comidas, cocinar, dejar la comida lista para el día siguiente, llegar a tu casa y lavar los platos, y repetir todo el proceso de nuevo, es el trabajo más duro. Esa es la parte donde se pone a prueba tu paciencia, perseverancia y enfoque. Personalmente, las primeras semanas cocinaba casi todos los días platos elaborados, deliciosos y nutritivos. Después me di cuenta que si quería seguir comiendo sano, debía simplificar el proceso, o lo iba a dejar. Me enfoqué en cocinar platos sencillos, pero ricos, y que se pudieran almacenar al menos 2 días en la refri. Así cocinaba solo 2 o 3 veces máximo a la semana, aunque comiera la misma comida un par de días. No es de muerte. 

Por último, y una parte bastante importante del proceso, es rodearte de personas que anden en el mismo rollo que tú. Hablar con tus amigas de el nuevo smoothie que encontraste en pinterest y que vas a probar hacer mañana para el desayuno o con tu novio (me imagino, pues, me han contado) del nuevo ejercicio que te pusieron a hacer en el gimansio; esas cosas te hacen más fácil el cambio que si te sientes sólo luchando contra la corriente.  Ir acompañado por un amigo al gimnasio, lo hace más llevadero. Contarle a otra persona cuando alcanzas una pequeña meta y que se alegre contigo, te motiva aún más. Olvídate de las personas que te ven raro, feo o que no creen que puedas cambiar. Demuéstrales que sí puedes, pero más importante que eso: demuéstratelo a ti mismo. 

Me gustaría contarles que ya llegué a mi meta. Que ya adelgacé las libras que me había propuesto y que me compré el vestido talla dos con el que siempre había soñado. Lamentablemente no es así.(Tampoco pretendo comprarme un vestido talla dos). Pero, sigo en el proceso, todos los días luchado para encontrar ganas de ir al gimnasio, resistiendo al pedazo de pastel que me ofrecieron en la oficina. Esa es la meta en sí. Tener un estilo de vida más saludable. Al menos, ya no me canso (tanto) subiendo las gradas a mi casa, me siento más fuerte y ágil, más contenta y balanceada. Al verme en el espejo me gusto más.  

Una amiga muy sabia me dijo "Es un día a día" y es cierto.  La vida es un día a día. Día a día debes de seguir con tu empeño, día a día comer sano, día a día ejercitarte. Claro, habrán días que te gana el sueño y te vas a tu casa en vez de al gimnasio, o te comes el pedazo de chocolate. Pero eso también esta bien, no vas a tirar todo tu esfuerzo  y olvidarte de tu meta por un momento de debilidad. Ten compasión de ti mismo y date crédito.   Después de todo mañana es otro día y puedes seguir caminando hacia tu meta. Un paso a la vez, un día a la vez.